15 Octubre 2009 de Edo Berríos Cerda
En una reciente columna de opinión el economista Felipe Morandé nos da un campanazo de atención a las acciones que emprende el actual gobierno. Y no menor es que el propio presupuesto de la nación para el 2010 , como señala, sea “un presupuesto innecesaria y peligrosamente contractivo”.
En su opinión aumentará la carga tributaria el 2010 y si consideramos que se moderaría el crecimiento del gasto fiscal, tendríamos un efecto restrictivo.
El anuncio y propuesta del presupuesto elaborado por el gobierno para el próximo año supondría lo ya expuesto, porque la disminución de su crecimiento en su efecto neto de inflación puede ser desfavorable. Todos sabemos que el IPC resulta sensible, muchas veces, por las expectativas que son componentes diversos en la lectura de las empresas y los consumidores.
El mercado requiere señales con grados de confiabilidad y cuando reflexionemos sobre las consecuencia del término de las medidas temporales de sustentación adoptadas por la actual crisis y veamos que suben los combustibles, se eliminan algunos beneficios impositivos y otras materias que han aliviado la percepción del gasto privado, se sentirá directa o indirectamente un apriete no conveniente para la generación de empleos en las empresas y pymes y las desesperanzas en la búsqueda de trabajo o en las mejoras de rentas.
Un crecimiento de 4,3% en el gasto incluido en el presupuesto debe analizarse item por item a la hora de la discusión parlamentaria y con la visión técnica que soporte sus argumentos, so pena de proyectar o sugerir un no crecimiento implícito. Los apoyos tributarios implementados sirven en los presupuestos de las empresas y puede mejorarse el traslado a los consumidores y al trabajo si lo promueve el gobierno.
Una de las cuestiones difíciles de las acciones del Estado en la economía del sector público es ponderar en los diagnósticos y moderar en las medidas, y todo ello se complica más cuando los rangos de variación de un estatus a otro son de guarismos amplios. Evitar impactos fuertes resulta prudente a la luz de la experiencia vivida los últimos 15 años. Y pienso que es mejor y más sano suponer que tendremos efectos de la crisis por un tiempo prolongado, que podremos sobrellevar con orden y austeridad moderada, imponiéndonos conductas de mayor trabajo y perseverancia en los sectores de mejor productividad y donde las empresas y el Estado puedan innovar generando crecimiento concreto. No hay que confundir un mejoramiento temporal con el éxito o con que se ha superado todo, tal postura podría llevar a expectativas falsas en el corto plazo; por otro lado, no continuar empujando los esfuerzos de mayor actividad y trabajo también mostraría señales equivocadas en momentos que la estabilidad de la confianza económica es fundamental.
Esperemos que la autoridad de gobierno reflexione en algunos tópicos presupuestarios que tengan efectos o den señas de contracción, cuando apenas se está respirando en aspectos como el trabajo y las deudas de las familias y las pymes. El desempleo sigue fuerte y el endeudamiento de las empresas no se ha mejorado estructuralmente; incluso el sector financiero que refleja utilidades, quizás deba sincerar algunos números.
Los equilibrios en economía no son dogmas y tienen validez en una determinada dimensión de espacio – tiempo, por lo que las metas en los balances y presupuestos del Estado y de las empresas pueden ser tan vulnerables como para las familias, si no cultivamos la generación de trabajo. Aumentando ello podremos seguir promoviendo ahorro y crecimiento.
Edo Berríos Cerda
