Melnick, Sergio Jueves 04 de Marzo de 2010
Un segundo «Transantiago» de Bachelet. Una catástrofe impresionante, sin duda. Es el momento en que se aprecia a los grandes, a los de verdad. Aquí no los hubo. La falla de liderazgo y acción fue elocuente. El Gobierno no respondió a la altura del desafío, más o menos la tónica de estos cuatro años. El tema central: la famosa gestión. He señalado tantas veces que la popularidad no es sinónimo de buen gobierno, y aquí se ha notado en plenitud. Como dijo MEO, gobiernan con explicaciones. En las horas críticas del problema, el Gobierno estuvo literalmente paralizado, dubitativo y siguió así por tres días.
Los verdaderos líderes actúan a riesgo de equivocarse, pero nunca se paralizan. El inmovilismo y apatía del ministro del Interior e intendentes fueron increíbles. Las comunicaciones de emergencia del Gobierno, un total desastre, inaceptable en el siglo 21. Los medios de comunicación fueron mucho más rápido que la autoridad en
todo: es decir, se podía. Por eso era tan elocuente la incompetencia, porque lo que se escuchaba en las radios y se veía en la televisión era distinto al discurso oficial. El histrionismo de Vidal fue más patético que nunca. La alcaldesa de Concepción clamaba de angustia por las radios, por la incompetencia del Gobierno, y aun así, éste no reaccionaba. Los supermercados fueron saqueados todos, incluso algunos incendiados.
El lunes en la tarde, el alcalde PPD de Hualpén literalmente lloró por la radio, mientras ya asaltaban la propia municipalidad. El estado de excepción llegó en forma tardía y a medias. La discusión sobre la alerta del tsunami fue idéntica al lanzamiento del Transantiago. La señora Bachelet no logró entender lo que pasaba y se equivocó una vez más. La CNN, a los pocos minutos, reportó la magnitud del sismo, y alertó. Y si la información fue dudosa, es porque los procedimientos de emergencia estaban simplemente mal diseñados. Todo improvisado. La fuerza de
8,8 del terremoto ameritaba más acción y ocupación inmediata. Ahí se juegan los verdaderos liderazgos, inexistentes en esta ocasión. No es entendible que no se haya montado un puente aéreo a Concepción a las pocas horas, a lo menos para enviar personal uniformado. La propia Presidencia dispone de 4 aviones. La Fuerza Aérea estaba lista ese mismo día desde las 6 am, pero simplemente no fue convocada con decisión. El Ejército fue movido a la zona en forma tardía, y a media pila. Los militares y equipos iban por tierra y se demoraron 20 horas en llegar. Nadie lo puede entender.
La Marina debió hacerse cargo de las zonas costeras de inmediato.
El cuerpo de ingenieros militares debió ser movilizado de inmediato. Y sigue y suma. Pero no, porque para Bachelet militares es igual a dictadura. La ceguera ideológica más la incompetencia aquí se multiplicaron. Más aun: ahora ha responsabilizado a la Marina por el tsunami, a la Aviación por no estar lista, y al Ejército por asesorarla mal.
Qué tal. Es decir, todos mal, menos ella. Las laxas políticas contra la delincuencia en 20 años, más las enormes deficiencias en la calidad de la educación, se apreciaron en una buena parte de la población que se desbordó, aprovechando el vacío de autoridad y liderazgo. De la misma manera, llama la atención la ineptitud del subsecretario del Interior, que, estando en la peor zona, no presionó para la oportunidad de las medidas de seguridad. La lógica inicial del gobierno ha sido la de siempre, reuniones, mesas, conversaciones, “las miradas”, pero poca acción, y la poca, muy ineficaz. La radio Bío Bío sostuvo a las 13:30 del lunes: “El toque de queda en su primera noche fue un fracaso”, los saqueos de esa mañana, ni hablar.
Pero para Rosende, la noche fue normal. El trabajo de la Onemi ha sido lamentable, inexplicable. El doctor Maturana, ex director por más de una década, dijo tajantemente: “reprobó”. Abrí el portal a las 18:00 del lunes, y las noticias eran del día anterior. Así fueron los años de este Gobierno: mucho aire, pocas nueces. Estas palabras quizás no son “políticamente correctas”, pero estoy seguro que representan a demasiados y especialmente a personas que están sufriendo más de lo necesario, porque el Gobierno, sin limitaciones de recursos, ha sido claramente incompetente e inepto. Aquí, esto costó vidas.
En síntesis, otro «Transantiago» difícil de tragar. |